lunes, 28 de diciembre de 2009

EL SOL EN SU CARA


Había quedado con Muriel para visitar la exposición de Eduardo Chillida que se expone en la Fundación Miró en el bonito recinto de Montjuic. Estábamos citadas a las diez y media de la mañana y a las diez y cuarto ya estaba yo donde debíamos encontrarnos. Habíamos quedado al lado del Hotel Plaza en la plaza de España. La esperaba yo al inicio de la calle Tarragona, una calle amplia con árboles a cada lado y en su margen izquierdo un paseo también con árboles formando una preciosa arboleda cuyas ramas se tocan por su parte más alta.

Muriel, mi hija, tenía que bajar por esta calle y allí, en medio del paseo la esperaba yo.

Al poco, muy lejos, al fondo de la calle, me pareció verla. Su manera de caminar es inconfundible. Caminaba por la parte central de la izquierda, por la arboleda. Traía puesto su anorak color amarillo oro. Por un momento el sol le dio de lleno iluminándola y arrancando destellos dorados y luminosos de su anorak y tuve una visión bellísima de ella caminando con donaire y sola por entre las dos hileras de árboles con un halo de destellos dorados a su alrededor y me encontré hablándome a mí misma en voz alta “El sol ya se ha levantado y ha salido a la calle.”, y me sentí feliz de ser su madre.

Seguí esperándola de pié en medio de la arboleda. A esas horas de la mañana la calle estaba desierta. Cuando llegó a mi altura, mejor dicho, cuando me sobrepasó, la tuve que llamar. ¡No me había visto!

1 comentario:

Anónimo dijo...

felicitats

teresa

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