viernes, 18 de septiembre de 2015

ESO QUE ALGUNOS LLAMAN AMOR

Elisa es una mujer menuda pero fuerte y resolutiva, que ha luchado, que ha reído y que ha llorado, y que se crece ante las adversidades. 
En este momento está sentada en un cómodo balacín. A su lado tiene varios álbumes de recuerdos fotográficos. Detiene su mirada en unas fotografías en blanco y negro. Las extrae del álbum, las sostiene entre sus manos y las mira pensativa. 
No hay tristeza ni decepción en su semblante, antes bien, su cara refleja cierto alivio pero, en realidad mirando esas fotos está repasando y recordando mentalmente los momentos y a las personas que originaron esos momentos, esos recuerdos, esas fotografías.
 Se balancea suavemente. Cierra  por un momento los ojos, y ante ella desfilan como si fuese ayer todos los momentos vividos en aquella historia, y piensa....".Fue bonito aquel lejano verano".. Bueno, tal vez bonito no es la palabra que más se ajusta a lo vivido aquel Agosto y todo el año siguiente, se dice a sí misma. 
Fue un encuentro casual como son la mayoría de encuentros. 
Ella y su amiga disfrutaban unos días de vacaciones en una ciudad pequeña y romántica del sur de España, y aquel muchacho alto,( a ella siempre le atrajeron los hombres altos) guapo, educado y con mucho mundo a sus espaldas( esto lo ha descubierto hace muy poco) la encandiló. Ella era inocente, tímida, romántica, y educada en un colegio de monjas, algo que ya presupone una educación muy estricta, pero aquel chico le cayó bien desde el mismo momento en  que él le dirigió la palabra. 
Se llamaba Edmundo y también se encontraba pasando unos días de vacaciones en compañía de un amigo.  Pasaron juntos unos días que para ella fueron increíbles, maravillosos. Cogidos de la mano paseaban por la pequeña ciudad cantando a dúo aquellas canciones que estaban de moda, pero no hubieron besos que no fuesen dados en la mejilla. Todo inocente y puro. 
Y llegó el momento de la despedida. Ambos se dieron sus respectivas direcciones prometiendo escribirse y dándose un tierno beso. 
En este punto del recuerdo la cara de Elisa refleja una serenidad muy cercana a la felicidad, y sigue evocando aquellos días... Acabadas las vacaciones y una vez en sus respectivos lugares donde viven, empieza un carteo diario. Recuerda que el día que no recibía carta  al día siguiente el cartero le traía dos. En ellas se explicaban los acontecer diarios, cómo se acordaban de aquellos días juntos, de la huella que cada uno había dejado en el otro, y de los planes para verse en las vacaciones siguientes. 
Elisa recuerda cómo en Agosto del siguiente año Edmundo les reservó habitación a ella y a su amiga  en una residencia de señoritas en la ciudad donde residía él. Ella esperaba esos días con una gran ilusión. 
El encuentro fue emotivo pero tímido, recuerda... ella no podía dejar de ser como la habían educado, pero realmente sentía un cariño inmenso por aquel chico que en todo momento se comportó como ella esperaba. 
Fueron unos días felices. Edmundo le presentó a algunos de sus amigos y se desvivió porque Elisa y su amiga se llevaran un buen recuerdo de aquellos días. Hicieron planes para seguir viéndose, para seguir escribiéndose, para seguir estrechando y transformando en algo más esa bonita amistad. 
Elisa sonríe recordando el guateque al que las llevó Edmundo una tarde: Fue en casa de unos amigos. Ella no sabía bailar, nunca había ido a un baile, pero a él no le importó y todo el rato la tuvo abrazada y marcándole el paso. Recuerda con cariño los muchos besos que se dieron en las mejillas; besos pequeñitos, suaves, silenciosos, inocentes. En un momento determinado un amigo de Edmundo le dijo a Elisa: "pero qué le has hecho a mi amigo, él no se comporta así con las mujeres".
Y llegó  nuevamente el día de la despedida. Un gran abrazo y dos sentidos besos, como siempre en las mejillas, y la firme promesa de que las próximas vacaciones serían más largas y las pasarían  solos.
De vuelta a las cartas diarias, al trabajo cotidiano, a los estudios y... van pasando los meses. Edmundo en una de sus cartas le dice que quiere formalizar y avanzar en esa relación de amistad. Ella piensa, medita y sopesa varios inconvenientes: el principal, la distancia; no le seduce una relación con tantos kilómetros de por medio, de sobra sabe por sus compañeras de trabajo lo difícil que son las relaciones interpersonales como para embarcarse en una relación seria y de compromiso mutuo a distancia. ¿Quién de los dos dejaría a su familia, trabajo y amigos por una relación incierta? Elisa piensa, piensa.. Y decide que no puede ser, que tiene que dar por terminado algo tan bonito e inocente. Con el corazón destrozado y la cabeza fría informa a Edmundo de su decisión: No puede ser, hay otros planes y debe dar por zanjada esa amistad antes de que le cueste más, y aprovecha la oportunidad de trabajar unos meses lejos de casa. Y aquí pierde su pista, pero no su recuerdo,  pues este, lo tendrá presente en muchos momentos, por no decir en todos los momentos de su vida, ni la sensación de que tal vez se equivocó al tomar aquella decisión, y el tiempo se encargó de idealizar aquellas vivencias, aquel amor truncado.
Elisa sigue recordando su vida a partir de ahí: su casamiento, el nacimiento de su hija, el final de su matrimonio, sus amistades, que han sido su sostén emocional a lo largo de su vida, sus anhelos, sus triunfos, sus frustraciones.... 
A partir de ahora sus cinco pilares serán: su hija, su familia, sus amigas, su trabajo y sus viajes.... Elisa hace memoria de cuántos años después suena el teléfono, y al descolgarlo oye la voz inconfundible de él, de Edmundo, su Edmundo. Una voz nunca olvidada, porque forma parte de un capítulo no cerrado de su vida. Le dice que lleva años buscándola y que ahora que la ha encontrado quiere venir a verla, que nunca la ha olvidado. Él viene a la ciudad donde Elisa reside y se ven. La invita a cenar y hablan. Le cuenta que está casado, que tiene tres hijos. Ella se extraña de que esté felizmente casado y que esté con ella cenando, y con atrevimiento le pregunta si le ha sido infiel a su mujer más veces; él contesta que sí pero que, esta vez no cree que sea infidelidad porque a ella, a Elisa, la conoció antes, y que ojos que no ven, corazón que no sufre. Esta respuesta chirría en el interior de Elisa. No le gusta esta manera de conducirse, no lo ve ético. Después de cenar Edmundo la acompaña a casa e insiste en que se vaya con él a su hotel. Ella se niega. Una vez más choca con la educación recibida: no está bien que ella se meta en medio de un matrimonio. Edmundo la besa repetidas veces intentando vencer su resistencia mientras le susurra que se vaya con él. Elisa vuelve a sonreír ante el recuerdo de su insistencia porque en un momento dado ella se encuentra pensando:"como me lo vuelva a pedir lo mando a la mierda" y piensa sonriendo que lo hubiese hecho porque quedaba claro a lo que había venido Edmundo: A poner una pica en Flandes. Ante la negativa reiterada de Elisa él se marcha despidiéndose para siempre.
En este momento Elisa aún con las fotos en la mano inspira aire profundamente y sigue recordando: Ella sigue con su vida que  podría llamar hasta feliz: su trabajo, que le proporciona grandes satisfacciones, su hija, sus amistades, sus viajes.. Los años se suceden unos tras otros, veloces, raudos. 
Su vida transcurre serena, sin contratiempos importantes si no fuese por la pérdida de algún ser querido, y de nuevo, un día, vuelve a sonar el teléfono. La persona que está al otro extremo del aparato se presenta como un señor que dice que la viene siguiendo hace años a través del blog que ella escribe, que admira su sensibilidad para escribir, pero Elisa ya tiene una intuición más que razonable de que la voz que le habla pueda pertenecer a Edmundo, y al final admite ser él. Conversan largo rato un día y otro. Edmundo le cuenta que se ha separado, que quiere verla, que la quiere, que conserva sus cartas y sus fotografías, que no la ha olvidado, y ella que tampoco ha olvidado aquel amor tan limpio, y que mantiene idealizado aquellos recuerdos, decide ir a visitarlo. Edmundo le ofrece su casa para hospedarse pero Elisa cree que no estaría bien y no acepta. A través de una agencia de viaje reserva plaza en un pequeño  pero céntrico hotel y va en pos de aquel recuerdo de juventud que sigue intacto en su corazón. Este encuentro se desarrolla exactamente como el de la última vez aunque en esta ocasión ella le rodea la cintura en un abrazo mientras piensa que sí, que tal vez se equivocó hace muchos años al cortar aquella amistad. Ambos están muy cambiados, pero no se sienten extraños, ella siente que lo conoce de toda la vida, que puede hablar con él de cualquier cosa con absoluta libertad, pero también es consciente de que no conoce en absoluto cómo es en realidad Edmundo, ni qué cambios habrá operado en él tantos años vividos. No sabe cómo piensa, qué le gusta, ni cuales son sus ideales si los tiene. 
Edmundo la invita a conocer su casa y ella acepta. Él le enseña todas las cartas que Elisa le escribió durante el año y medio que mantuvieron correspondencia, así como las fotografías. 
Pasan tres días en los que él se aplica en  enseñarle la ciudad donde vive y procurando que sea feliz a su lado. Le habla de él, de lo que ha conseguido y le da un paseo en coche por el barrio de élite donde ha vivido haciendo hincapié en la gente importante que vive cerca de él, la importancia del colegio donde han ido sus hijos, un colegio donde también han ido los hijos de algunos ministros y gente de mucho nivel. Elisa a  este tipo de cosas no le da importancia pero, como Edmundo parece disfrutar contándolo ella calla, escucha y anota mentalmente esta diferencia de valores. Hablan de muchas cosas, del motivo principal de su separación, a lo que ella, Elisa, le contesta que no es un motivo para tirar por la borda tantos años de convivencia, que aún está a tiempo de que se solucionen las cosas. En otro momento le confiesa que mantiene relaciones esporádicas con una señora, pero que no es amor, que él a quien quiere es a ella, a su amor de tantos años, que tiene pensado cortar con la señora porque le está comiendo demasiado espacio, y que se lo cuenta porque cree que se lo ha de contar. Ella entiende y así se lo dice, que él tiene que buscar ser feliz en la ciudad donde vive, que no pasa nada, que es normal que busque la compañía femenina, y que ella no busca novio. 
A preguntas de ella  él le confiesa que sí, que le ha sido infiel a su mujer repetidas veces y con distintas mujeres, algo que dada la formación de Elisa no puede aprobar y así se lo dice; él le dice que tiene razón y que entona un mea culpa, pero que lo ha hecho bien, no ha dejado cabos sueltos, y que no hay manera de probarlo. Elisa recuerda que en ese momento, al escucharlo, sintió que algo muy frágil se rompía dentro de ella y  de que conforme pasaban las horas se va dando cuenta de lo diferentes que son, que hay un abismo en sus escalas de valores y en el enfoque de muchas cosas. 
Una tarde se acercan al comercio de un amigo y se lo presenta: "Te presento a Elisa, la única mujer que se me ha resistido". Este comentario a Elisa le suena machista, pero piensa que tiene razón,  y recuerda que se le resistió de jovencita por educación, se le resistió en la madurez  por su ética, puesto que él estaba casado, se le resistió por tercera vez porque una vocecita interior le alertaba de que no cuadraban las cosas, de que no era sincero, de que había venido a conseguir lo que no pudo hacía  demasiados años, a anotar otra conquista en su haber, y se le resistió una cuarta vez, piensa, porque el Edmundo de ahora poco o nada tiene que ver con el que ella recordaba idealizado y guardado en su corazón. No, este de ahora se había convertido en todo lo que ella detestaba en un hombre, lo mismo que ella seguramente se habría convertido para él en el tipo de mujer completamente distinta a la de sus recuerdos y a la que él necesita. Mil veces le dijo que "no buscaba novio, que solo quería recuperar a un amigo, que como novio solo la tendría el tiempo que durara la relación, pero que como amiga la iba a tener siempre, que él valorase qué le interesaba más". Es cierto que los tres días que estuvieron juntos él se dedicó a acompañarla, caminando juntos cogidos de la mano y diciéndole palabras de cariño y de añoranzas . Ahora el gesto de Elisa cambia, mira a lo lejos, y piensa que su añorado amigo  también dedicó tiempo  a vencer las negativas de ella de pasar de los besos a algo más, y una vez más no fue capaz de dar el paso; algo parecido a una señal de alerta se lo impedía. El día de su vuelta a su ciudad, él la acompaña al aeropuerto, y Elisa sube al avión triste y desconcertada. 
Después de este encuentro siguen en contacto; Edmundo le dice que la echa de menos, que la quiere, y le reprocha que ella nunca le diga que lo quiere, y Elisa le deja claro que honestamente no se lo puede decir que, sí es cierto que le tiene un cariño muy especial pero que quererlo, lo que ella entiende por querer...no se lo puede decir sin faltar a la verdad, que tal vez si siguen viéndose y tratándose ese cariño se transforme en amor y que por el contrario, él utiliza la palabra amor con demasiada facilidad. Además, son tantas cosas las que tienen en contra: Él es taurino, ella anti taurina, para él la homosexualidad es vicio, para ella es una cuestión de cromosomas, él es de derechas, ella de izquierdas, él se altera si se le contradice, ella es dialogante, él según sus palabras no ha leído un libro en su vida, le aburren, ella es una empedernida lectora consumidora de libros, él es  religioso, no sabe si practicante o no, Elisa es agnóstica, a él le gusta que le obedezcan, que su criterio prevalezca sobre los demás, ella es una mujer libre y hace y piensa y dice lo que cree que en conciencia debe pensar, decir y hacer.....
Aún con las fotografías en la mano, Elisa se levanta del balancín, va a la cocina y se llena un vaso de agua; con él en la mano vuelve a sentarse, bebe unos sorbos lenta y distraídamente, y nuevamente retoma el hilo de sus recuerdos. 
Después de su vuelta, Elisa prepara sus vacaciones a Noruega desde donde sigue en contacto con él y le envía  fotos de los diferentes sitios que  visita. Él continuamente le dice que la echa de menos, que no se puede quitar de la cabeza el beso que ella le dio cuando faltaban pocos minutos para su marcha.
 Ha pasado un mes desde que Elisa se desplazó para verlo y en ese tiempo han conversado a través del teléfono y a través del wassap. En una de esas conversaciones él le dice que ya sabe lo que le pasa a ella, "que como te has montado una vida muy cómoda no dejas entrar en ella a nadie que pueda alterar esa cómoda vida" Elisa le responde que está muy equivocado; que si no ha abierto esa puerta es porque no ha aparecido nadie digno de que la puerta de su vida, de su intimidad, se abriera, que si lo hubiera habido, la puerta no hubiese opuesto resistencia para abrirse.
  Edmundo le dice que viene a verla. Ella le ofrece su casa pues piensa que si ella ya ha estado en la suya aunque sea de visita ya no hay motivo para que él gaste dinero en un hotel; ella tiene una habitación vacía y puede ocuparla perfectamente. 
Lo recibe en la estación y juntos van a la casa de ella donde le enseña la habitación que ocupará los día que permanezca en la ciudad. Habían quedado que al día siguiente organizarían una comida en casa con sus amigas. Ellas llegan puntualmente y Elisa hace las presentaciones con cuatro de las que vinieron. La comida transcurre de manera cordial a pesar de que Edmundo decide explicarles todos los pormenores de los tres partos de sus hijos. El tema sale a colación de explicar que la profesión del familiar que atendió los alumbramientos era médico ginecólogo. Recordando este episodio, Elisa no puede dejar de sonreír por la estoicidad conque todas soportaron la exposición paritoria.
 Después de comer Edmundo quiere enseñarles la grabación de un vídeo de sus vacaciones familiares en Mallorca donde él sale cantando en un karaoke y aquí sí que algunas amigas no pudieron  disimular lo pesado que les resultaba el vídeo y las explicaciones que iba dando él, sobre el monotema de su persona. Era, recuerda, como un homenaje a él mismo en un arranque de super ego, o eso fue lo que en un aparte en la cocina le comentó una de sus amigas además de decirle que, "no te pega ese hombre Elisa, no hace para ti"; y es que a decir verdad, piensa, a Edmundo no hay nada que le guste más que hablar de él, de sus triunfos, de lo que ha conseguido, del status en el que ha vivido, de la gente importante con la que de forma directa o indirecta se ha relacionado....
Cuando sus amigas se despiden Edmundo recibe una preocupante  llamada de su entorno  familiar( al menos es lo que cuenta) y decide adelantar su vuelta al día siguiente por la tarde porque dice, tiene que aclarar algunas  cosas.
Esa noche cenan en casa. Elisa sonríe al recordar los esfuerzos que tuvo que hacer para controlar las muestras de afecto de él, y esa noche, como la anterior, cada uno se va a su cama después de desearse felices sueños.
Al día siguiente comen en un restaurante a orillas del mar, y a pesar de que a Elisa le gusta y está acostumbrada a compartir los gastos, Edmundo no acepta el trato. Mientras comen él vuelve a decirle que va a cortar la relación que tiene con la mujer que ya le ha explicado, pero Elisa se sorprende cuando le cuenta que al despedirse de ella no le dice la verdad sobre su viaje pues le dijo que se iba unos días a casa de un familiar, le miente, y ante el comentario de Elisa de la necesidad que tiene de mentir, él le contesta que la señora está mucho por él, que ha sufrido mucho y que no quiere hacerle más daño. Esta explicación tampoco le cuadra a Elisa, que mentalmente sigue anotando. Vuelven a casa pues él ha de coger el AVE. Edmundo hace el equipaje y después de unos cuantos besos marchan a la estación, y Edmundo desaparece de su vista. 
En este momento de sus recuerdos suena el móvil de Elisa. Una de sus amigas la llama y atiende la llamada, conversan unos minutos. Al acabar se levanta, deja las fotografías sobre la mesa y sale a la terraza, apoya los brazos en la baranda y mira la gente que pasa por la calle, luego desvía la vista hacia el parque que tiene debajo mismo de su casa y mira los árboles sin verlos, con la mirada perdida en la lejanía, y ajena al trinar de los muchos gorriones que pueblan el parque, ella sigue absorta en sus recuerdos: Edmundo la llama para decirle que ha llegado bien y ella le informa que se ha dejado en el armario cinco camisas, que no se preocupe, que se las mandará por Seur si le da la dirección. Al día siguiente Edmundo ya tiene las camisas en su poder. Recuerda que ella lo llamó por si ya le habían llegado y si le llegaron bien, al mismo tiempo que le pregunta si ya ha aclarado las cosas que tenía que aclarar; le contesta que como no le quiere hacer daño, no ha aclarado nada y que sigue con la relación. Elisa le dice que ya intuía que no lo haría.
Pasan tres o cuatro días en que no sabe nada de él. Por fin él le pone un wassap preguntando como está. Ella le envía un wassap que acaba de recibir y que por parecerle gracioso  también se lo envía a varios de sus contactos: "La ventaja de la mujer después  de los cuarenta es que no  puedes ver las letras pequeñas ni con gafas pero puedes ver a un gilipollas de lejos".
Edmundo le contesta: ¿"Tengo que darme por aludido"? Elisa en broma le dice: "Hombre, depende de si tú te consideras uno de ellos"
Él le responde:" No me hace ni puta gracia. Yo de tu persona podría decir...pero mi ética y mi educación no me lo permite. De gili nada de nada y de lo otro solo hay que comprobarlo".
En este punto la expresión  de Elisa se endurece recordando el episodio y lo que ella le contesta: "Tío, que es un chiste. No sabía que tuvieses tan poca correa, de mi persona puedes decir lo que te dé la gana porque con tu actitud, tú solo te pones en evidencia" y piensa..¿Su ética? de qué ética me habla si en muchos de sus actos no he visto la ética por ningún sitio?
Recuerda que esa tarde se lo comenta a una de sus amigas y esta le dice "si de gili nada de nada, de lo otro qué". ¿De lo otro qué de qué?, responde ella; "hija, de qué va a ser, lo que le sigue a gili"...y entonces Elisa cae en el qué. "si seré tonta, inocente y estúpida que no había caído en ello, porque nunca imaginé que Edmundo se dirigiese a mí en esos términos tan groseros, si hubiese caído le hubiese contestado que tuve varias  oportunidades de comprobarlo pero que no lo hice porque valoré, porque intuí, que no valía la pena tal comprobación".
Aún hoy no entiende cómo se pudo tomar como se lo tomó, aquel chiste, y aún menos que se dirigiese a ella en esos términos barriobajeros, soeces y de amenazas. Bueno, piensa que tal vez lo  entendería  si se tratase de una persona engreída, machista, arrogante, petulante, chulesca, fanfarrona, fachendosa, patética, y le cuesta creer que Edmundo sea una o todas esas cosas. ¿Es esta, piensa,  una manera normal de dirigirse a alguien a quien se dice querer, y por quien según él, ha movido cielo y tierra para poder volver a ver? Elisa mueve la cabeza de un lado a otro como negando tal posibilidad, y dice en voz alta: NO eso no es amor.
Es esta reacción de Edmundo, que no quiere calificar para no ofenderlo, la que desencadena que Elisa tome una decisión, una decisión que no le causa alegría ninguna pero que cree que debe tomar. Una decisión que le trae a la memoria aquellos versos de José A. Buesa : "Te digo adiós, y acaso, con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mí. Pero te digo adiós. Para toda la vida. Aunque toda la vida siga pensando en ti".
 Ella ya tenía sus dudas, piensa, unas dudas que le permitieron mantener a raya los deseos amorosos de él; unas dudas que le hacían pensar que Edmundo no era trigo limpio, que no era como aparentaba, que todo se debía a una estrategia de él para vencer la resistencia de ella, y que por eso mismo no se permitió a sí misma hacer nada que luego se pudiera reprochar, y a ser sincera, le encanta seguir siendo la única mujer que según él, se le ha resistido.
Vuelve dentro de casa, coge las fotografías, las mira por última vez, y despacio y ceremoniosamente las hace trocitos. Su semblante no denota ni pena ni alegría, más bien alivio.Vuelve a inspirar aire profundamente y repite quedo pero con determinación: "Ahora estoy segura de no haberme equivocado cortando  aquella relación hace tantos años, ahora tengo la seguridad de que no me perdí absolutamente nada. ¡Por fin he cerrado este capítulo de mi vida"!
Elisa sonríe mientras piensa que hay vida después de Edmundo. Coge el bolso y las llaves, comprueba que las puertas de las terrazas están cerradas, que todo está en orden, y sale de casa al encuentro de un amigo, compañero de trabajo con el que ha quedado para ir al cine. Aún quedan hombres, piensa, que son capaces de tener amistades con mujeres por el simple placer de una buena compañía, de una buena conversación, de un interesante intercambio de opiniones sin esperar roce carnal alguno. Solo amistad sincera e incondicional.
Cierra la puerta, coge el ascensor, y con paso firme y la cabeza alta sale al asfalto.

Ascensión Del Río. 18/9/2015


viernes, 11 de septiembre de 2015

BREVE REFLEXIÓN IN EXTREMIS.


Supongamos que estamos en Catalunya, una Comunidad Autónoma al Noreste de España y, supongamos que estamos en el mes de Septiembre de 2015, sigamos suponiendo que Rodalías tiene convocada una huelga de trenes para el viernes día 11 de ese mes de Septiembre y, supongamos también  que esa  convocatoria de huelga de trenes coincide con el 11 de Septiembre, día de la Vía Lliure en la Meridiana (concentración de los independentista como demostración de fuerza al gobierno de España) porque los sindicatos creen que al tener que movilizarse la gente ese día para acudir a la manifestación independentista pueden hacer más fuerza para conseguir sus reivindicaciones laborales. ¿Qué suponen Uds. que pasará? Siii, eso mismo que están pensando: Que los sindicatos desconvocan la huelga horas antes de la manifestación secesionista. ¿ Compra-venta de conciencias? Que cada uno haga sus cábalas pero yo, aquí, y ahora digo: Que siento asco de tanta mercadería, que una vez más los sindicatos nos demuestran que perder la dignidad no es nada difícil y que ésta, la dignidad, también es NEGOCIABLE.

 RECORRIENDO LA VENECIA DEL NORTE, HOLANDA, EN LA MEJOR COMPAÑÍA. El viaje en cuestión ha sido el regalo que por mi cumpleaños me ha hecho l...