martes, 7 de junio de 2016

FLORES PARA MIS ÁNGELES.


El veinte de Mayo como cada mañana me dispuse a servir la comida que desde hace años vengo proporcionando a todos los pequeños pájaros del parque de la Plaza de la Farga, a través de unos comederos sociales instalados en la terraza de mi vivienda. A ella acuden todo tipo de pequeñas aves de manera permanente como gorriones, o estacionales como  petirrojos, lavanderas, pinzones, verderones, estorninos, aunque estos últimos se están acostumbrando tanto a la abundancia de comida que cada vez alargan más su estada. La idea surgió a raíz de leer que en algunas ciudades, como Londres, no habían gorriones, se estaban extinguiendo, algo que pude comprobar en algunos de mis viajes como por ejemplo en Antwerpen(Amberes).Esto me hizo pensar y decidir que aquí, en mi barrio, no nos quedaríamos sin ellos y, es curioso el que antes de suministrarles el grano diario, agua y pan, todas las primaveras y parte del verano encontrábamos gorrioncillos de pocas semanas de edad que al caer del nido no podían remontar el vuelo y quedaban a merced de los gatos y perros de la calle.Muchos han sido los que hemos tenido que criar Muriel y yo, y tenerlos hasta que han sido capaces de volar y valerse por sí mismos, hasta que dimos con un Centro de Recuperación  de aves, Torreferrusa, ubicada en Sabadell, donde se les llama y recogen a las aves; y es curioso, digo, porque desde que los gorriones tienen toda la comida que quieren no hemos tenido ningún accidente más.
Bien, me he alejado mucho del tema. Como decía, esa mañana del mes de Mayo salí a la terraza dispuesta a poner en orden el comedor social para pequeñas aves pero, algo llamó mi atención: el hibiscus: dos preciosas flores rojas que al amparo de la noche habían desplegado sus pétalos de un rojo brillante y lucían en todo su esplendor. Lo primero que pensé fue, "estas dos preciosas flores merecen estar delante de mis ángeles, y mis ángeles merecen aspirar y embriagarse con su aroma y admirar y disfrutar contemplando su color", y dicho y hecho: las corté y las puse en un pequeño búcaro delante de mi amiga Teresa, mi ángel humano, y delante de mi Indi, mi angel gatuno. También añadí otro ángel, mi padre, que aunque ni él ni Indi se ven en la foto, estaban al lado de Teresa.
Estoy segura de que les gustó mi idea y de que disfrutaron con ella.
Un beso,Teresa, un beso, Indi, un beso, papá.
A. Del Río. Junio, 2016

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy bonito el relato...lástima que el final se termine con la mutilación de la pobre planta. Estoy segura que a tus ángeles no les hubiese importado que no cortaras esas flores. La alegría de la vida en una flor muerta se pierde cuando nos empeñamos en atrapar su belleza, igual que pasa cuando atrapamos un pájaro en una jaula sólo para poder disfrutar de su dulce cantar. Es mejor admirar la belleza y disfrutar de la naturaleza desde el respeto y la empatía.

Ascensión del Río Martín dijo...

La flor del hibiscus,querido/a anónimo, sólo dura 24h. en la planta; en un búcaro dura dos o tres días y es una pena no poder disfrutar de su belleza por tener una vida tan efímera. Cortando aquellos dos preciosos ejemplares les alargué su belleza, su aroma y su vida. Es triste pero otras muchas cosas también lo son. Debo decirle que sólo corto alguna primera flor en primavera para mis ángeles, pues también pienso que donde mejor están es en su planta, en su rama, siguiendo el cicli vital que les corresponda.

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