martes, 19 de abril de 2016

UN MAR BLANCO EN LA MONTAÑA.



Pues sí, tal como anunciaba días atrás, fuimos a ver los cerezos en flor. Esta vez el grupo contaba con tres miembros más que la vez anterior: Montse y su marido Toni y Roki, un pequeño pero provocador perro que hizo la delicia de todos pues, a pesar de sus trece años subió y bajó montañas durante tres o cuatro horas sin demostrar cansancio alguno y siempre pendiente de Mari su dueña: Esta vez se echó de menos a Olímpia que por estar indispuesta no pudo venir.
Antes de llegar a la zona de los cerezos anduvimos por veredas  empinadas campo a través; pasamos por zonas boscosas de una  gran belleza, donde desde las zonas menos pobladas se podía ver en la lejanía campos blancos, informándonos Joaquín que eran los campos de cerezos.
Y al fin llegamos. Allá a donde alcanzaba la vista veías un manto blanco interminable. El aire esparcía el agradable olor de las flores abiertas; Daba  la sensación de estar en un mar blanco en plena montaña y, contemplando tanta  blancura me acordé de la anécdota de Aderramán III. Este personaje se enamoró perdidamente de una musulmana granadina de nombre Azahara, se la llevó a Córdoba y la hizo su favorita. A 8km. de Córdoba, en Sierra Morena, le construyó un suntuoso palacio con los mosaicos, las telas y pedrerías sin escatimar el precio; le diseñó un jardín con los árboles, plantas y pájaros exóticos traídos de lejanas tierras  y lo llamó Medina Azahara en honor de aquella que amaba su corazón. Pero Azahara estaba triste, Abderramán la encontraba llorando a menudo. Un día le preguntó qué le afligía, que si él podía hacer algo para remediarlo: ella le contestó que nada podía hacer pues, lloraba por no poder contemplar la nieve de sierra nevada de su querida Granada; y él le respondió "Yo haré que nieve para ti en Córdoba"
Mandó talar un bosque que había frente a la Medina y replantarlo de almendros muy juntos unos de otros y, así cada primavera cuando los almendros abrían sus flores, la nieve aparecía solo para su amada Azahara que, asomada a las terrazas y ventanas del palacio, disfrutaba de aquella visión blanca que tanto le recordaba a las nieves de su querida Granada.Y cuentan que no volvió a llorar, (qué suerte la suya) 
Bonita leyenda. Ya no quedan amantes así.
Bueno, a lo que íbamos. Este cultivo intensivo de cerezos se encuentra ubicado a las afueras de San Boi y comienzo de San Climent y sus cerezas tienen fama, no diré mundial pues además de pretencioso no sería cierto pero, sí es verdad que son muy apreciadas como un fruto de mucha calidad y, puedo dar fe de ello: son hermosas, carnosas y dulces.
La excursión resultó ser un poco más dura que la de otras veces por la zona boscosa donde se encuentran los cerezos que están sembrados a lo alto y ancho de varios montes y cuyos senderos a veces se hacen caminos, veredas de cabras. En estas fotos mías no se aprecia en absoluto la enorme extensión del cultivo del fruto rojo, redondo y dulce, pero a pesar de todo, el esfuerzo valió la pena. Fue divertido cuando llegamos a un cruce de veredas en que una indicaba la ascensión hacia la ermita de ¿San Ramón? Una cuesta de cabras tan empinada y tortuosa que, con lo que ya llevábamos caminado, sólo de pensar que nos quedaba una hora más de ascensión hasta la ermita del santo, allá en la punta más alta del monte, se nos aflojaban las piernas. Lo solucionamos de forma 
democrática: quien quisiera llegar hasta arriba que levantase la mano y empezaran la ascensión, y los que no, los esperaríamos al final del camino de bajada; NADIE LEVANTÓ LA MANO y, todos al unísono no pusimos a reír con ganas. Iniciamos el descenso con más cuidado que la subida pues Joaquín nos trajo por un camino diferente y más de cabra si cabe pero, contábamos con el guardián del grupo: Roki, que siempre estuvo atento a si alguno dábamos un traspiés,  sobre todo su mami y, atento también a la presencia de algún congénere suyo para crecerse y hacerse el chulo hasta el punto de que había que cogerlo en brazos de lo fiero que puede llegar a ser aunque no levanta un palmo del suelo.(jajajaja).
Finalizado el descenso cogimos el tren de regreso a Barcelona ciudad y cada uno a su casa y, Dios en la de todos, porque es un chafardero. Gracias, Joaquín. Toni, Montse, Mari, Carmen: fue un placer compartir la mañana con vosotros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ninguno de vosotros levantó la mano pero...qué pasa con Roqui? Levantó la pata?

Ascensión del Río Martín dijo...

Pues no, tampoco la levantó.Pobrecito tiene muchos años ya, y también estaba cansado. Jajajajaja

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