Acabo de volver de Granada. La he visitado un montón de veces pero siempre me sorprende.Esta vez la vigilante sima de Sierra Nevada gozaba de una blancura purísima, el tiempo soleado con una agradable temperatura y alguna que otra nube invitaba a largas caminatas.Han sido mañanas y tardes sosegadas, relajadas y disfrutadas , salpicadas de momentos culturales y de vagancia, de coloquios de todo tipo, de tiempo para dejar la imaginación inactiva , para hacerte preguntas y contestártelas, para perderte en disquisiciones y volver a encontrarte..... y en suma, disfrutar de una ciudad moderna y al mismo tiempo antigua, bulliciosa y silenciosa pero siempre limpia, aseada, perfumada, esplendorosa. En esta sinfonía de sensaciones solo he encontrado una nota discordante: a partir de la calle Elvira hasta el Albaycín, Granada parece estar tomada por los musulmanes , como si poquito a poquito y sin ruido , quisieran recuperar los bellos parajes que en su fuero interno consideran suyos , culminando este espacio, la gran mezquita que a la izquierda de la Placeta Mirador de S. Nicolás y frente a la siempre majestuosa y eterna Alhambra, se construyó hace unos años.Quien pasee por estos barrios granadinos tiene la sensación de estar paseando por la ciudad de Fez en Marruecos y no me refiero a su arquitectura y al entramado de sus calles sino a la población urbana , a los tenderetes y sus productos. Guardo la esperanza de poder seguir disfrutando de la Granada de siempre, la que vivió mi infancia y mi adolescencia: una Granada culta, hermosa, íntima y con un culto muy especial por el murmullo del agua y frondosos jardines.
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