CASTILLOS EN EL AIRE |
Era una chica bonita que deseaba casarse,
tener un marido e hijos y una casa confortable.
Soñaba esta muchachita con la llegada del hijo.
No, una niña, decía. Prefiero que sea una niña
con los ojos de su padre y la cara como la mía.
Yo la querré con locura y ella mucho me querrá.
Seremos grandes amigas, nada nos separará.
Era una madre chiquita y, muy guapa todavía
que mecía a su niñita, que ojos azules tenía.
Al contemplarla soñaba mil aventuras con ella.
Por fin poseía algo que era realmente de ella:
Poseía una familia que cuidaría con mimo
por el resto de sus días.
Y fue creciendo la niña, se hizo adulta y hermosa,
y aquella madre chiquita….
cada día más triste y sola.Se despertó de su sueño.
Aprendió cosas muy tristes: que nadie es dueño de nadie,
que todos piensan en sí mismo,
que la gente es muy cruel
y que reina el egoísmo.
Con sus sueños dispersados, esta madre pequeñita,
se contenta cada día
con respirar y estar viva.
Ya nada espera de nadie, ni tampoco de la vida.
Come, trabaja y duerme
años, semanas y días.
aunque esté acompañada, siempre está sola y perdida,
y cuando piensa en los sueños
que tuvo de jovencita….,
suspira y dice quedito: ¡Qué gran engaño es la vida!
Ascensión del Río Diciembre de 1996
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